miércoles, 2 de septiembre de 2015

UN VIAJE AL IRAZÚ ENTRE HISTORIAS DE FANTASMAS Y LA MAGIA DE ESTAR SOBRE CENIZAS

Visitantes dominicanos Colectivo Irazú, en Costa Rica
Costa Rica.-  Nuestro propósito era llegar temprano al Aeropuerto Juan Santamaría, ubicado en la provincia de Alajuela, a unos 30 minutos del centro de San José, y particularmente al hotel Don Carlos, donde nos alojamos.

El aterrizaje fue impactante, algunos pasajeros creyeron que el avión de Cóndor Air, procedente de Santo Domingo, y un poquito más lejos, desde Frankfurt, había tenido alguna anomalía, por el toque brusco que tomó por sorpresa a quienes esperaban posar en tierra como en Alfombra de Aladino.
Jóvenes soñadores, estudiantes universitarios adscritos al Colectivo Irazú, llegando a un destino de turismo ecológico, donde los feroces volcanes son centros de visitación de millones de personas de todo el mundo.

Amaneciendo estábamos en San José.  Dos viejitos posaban como espantapájaros a la entrada del hotel.  Las pisadas hicieron sonar el piso de madera, y de una vez el ambiente matizado por esculturas, piezas antiguas como un fonógrafo, las caras talladas de indígenas y los lienzos pictóricos hacían presencia por todos lados.

Don Carlos podía ser el nombre de un fantasma, o tal vez del fundador del hotel.  Cierto o no, hay leyendas de un gringo que toca las puertas de las habitaciones, que se asienta en las camas de los turistas y hasta acompaña a las mujeres en el baño.

Cuatro días de dormir y no dormir en el hotel.  Las mujeres estaban atentas a las pisadas de los sobre techos y las escaleras, había una que aseguraba haber visto unos pies cuando estaba en el baño y otra que vio una sombra moverse en el patio.

Cuánto reír y sufrir aquellos comentarios e historias relatados por el grupo de estudiantes, algunas con un pavor que hasta a quien las contaba erizaba los pelos.

El penúltimo día de la excursión, fuimos al volcán Irazú, a pisar las cenizas del gigante de Cartago, a tratar de descubrir su lava verde, a desafiar el clima de sol activo y nubes de frío.  Pero en el camino nos interrumpió el Sanatorio Durán, lugar de leyendas fantasmales, de vibraciones y apariciones reputadas en medios informativos, documentales y videoclips.

Museo Sanatorio Durán
Había que pagar para entrar, eso desinteresó un poco a los estudiantes, no estaba en el presupuesto un doble tributo, mejor pagar por asistir al volcán.  Pero la lluvia de tentaciones nos hizo parar en el mirador, desde donde podíamos ver las edificaciones el sanatorio, ahora convertidas en museo.

Las fotografías dominaron el ambiente, alguien dijo que a través de fotografías se habían descubierto espectros de monjas y curas, y hasta de niños que en algún momento estuvieron confinados en el sanatorio para tuberculosos.  Debieron ser días difíciles para aquellos pacientes que por ser víctimas de una contagiosa y mortal enfermedad, eran llevados por la fuerza a aquella mazmorra.

Cada uno con su testimonio.  Quien suscribe, sintió que se removía el piso desde donde hacía las fotos. Posteriormente el celular vibró y era insólito, porque no había señal que pudiera justificar tal vibración.  Solo un testimonio para rimar con los mitos y leyendas del lugar.

Volcán Irazú.
Uno de los lugareños narró que un artista que acudió a grabar un videoclip al museo-sanatorio, quedó impresionado al descubrir unas imágenes espectrales que no eran propias de efectos tecnológicos ni nada que el editor hubiera querido provocar. Simplemente fantasmas o parte de la mitología que el lugar arraiga.   

Seguimos en ruta al Irazú con los abrigos empuñados, nada era más importante para el grupo, que concluir la gira en el imponente volcán.  Al llegar al parque natural, una cabina con un empleado que fiscalizaba las entradas.  Nos bajamos de la buseta para hacernos la foto oficial del grupo, con las inscripciones que daban la bienvenida al volcán.

La neblina nos sobrecogía, el frío acompañaba a un sol que disimulaba su presencia.  Una lluvia ligera espantó a los jóvenes que tras la efímera sesión de fotografías corrieron hacia el vehículo para continuar la marcha.

En minutos ya estábamos a los hombros del Irazú a 3,432 metros sobre el mar.  Sus gargantas estaban secas, el fenómeno del Niño ha espantado las lluvias en Centroamérica, y del volcán solo dan testimonio las cenizas.  Un ambiente blancuzco, una temperatura de ocho grados Celsius, un sol que parte pieles y que disimula no estar ahí en la niebla.

Las cámaras plasmando la magia del ambiente, los jóvenes exponiéndose en las más variadas poses, las brumas, las cenizas, el frío, el calor, las gargantas secas del Irazú, nos hicieron olvidar por un momento las historias de fantasmas y el miedo a las alturas.




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