Su guitarra, su mujer y
sus hijos son su compañía. Una casa cobijada
de zinc a la vera del camino, un taller repleto de libros y de cuadros en
proceso de ser obras pictóricas, casitas e islas flotantes, aventuras de color dando
riendas sueltas a la libertad, la paz y la bondad de un artista.
Ricardo Toribio, vive en
la comunidad de Inoa, a tres kilómetros del pueblo serrano, con suma dificultad
logra halar la red que lo conecta con el mundo exterior. Más de 2 mil internautas constituyen el
público al que le comunica sus interioridades.
El tiempo va colmando el
baúl de sus obras, cuadros, canciones, poesías.
Y el amor carnal le ha dado hijos y razones para vivir en la montaña,
lejos de su natal Don Pedro, del municipio Santiago.
En una entrevista que le
hiciera el crítico de arte Fernando Casanova, Toribio retrata magistralmente el
secreto de su inventiva pictórica: “En verano, mi esposa con el calor de las
noches, saca un colchoncito y lo tiende sobre la calzada, ahí se acuesta y al
momento se duerme con el gran concierto de voces nocturnas de todas las
criaturas que el silencio de la noche nos permite oír en la vecindad.
Con un cielo estrellado de fondo y una luna llena, saqué mi guitarra y
ensayé una serenata a mi esposa mientras dormía; en un momento me imaginé
mirándome desde afuera, y esto fue lo que vi. Mi esposa me dijo al despertar
que cuando ella se duerme con música
siente que va en un barco como si todo estuviera flotando. Esta experiencia
fue lo que me inspiró, esa pintura que se llama Serenata en luna llena”.
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