La televisión no es cultura, porque cultura es la base y el fundamento de lo que somos. Esta existe en nosotros desde el momento en que nacemos y es el aporte moral e intelectual de nuestros progenitores en un inicio y de nuestro entorno posteriormente... es decir es la costumbre, en cuanto a comida, vestimenta entre otras cosas, de acuerdo al país que sea es la cultura.
La televisión es cultural cuando se asume a sí misma como un lugar decisivo en la construcción de los imaginarios sociales y las identidades culturales, dándose entonces como proyecto específico contribuir en el ejercicio cotidiano de una cultura democrática, y en el reconocimiento de la multiculturalidad del país y del mundo.
Ese propósito exige la construcción de una red nacional de televisión cultural que ponga a circular y dialogar las producciones de la televisión pública de carácter nacional con las de los canales regionales, locales y comunitarios; esta televisión convoca a todos los creadores y trabajadores de vídeo en el país para intercambiar y coproducir imágenes y representaciones sociales.
Sólo es verdaderamente cultural aquella televisión que no se limita a la transmisión de la cultura-ya-hecha sino que trabaja en la creación cultural a partir de sus propios "modos de ver" la vida social, de sus recursos, lenguajes y potencialidades expresivas. Aquella televisión que realiza la conexión entre la acelerada y fragmentada vida urbana con el flujo de las imágenes, entendiendo por éste tanto la polivalencia mediante la que junta información y experimentación estética, conocimiento y juego, cultura y disfrute, como la composición y ensamblaje de los géneros y discursos más extraños entre sí.
La televisión cultural tiene como tarea primordial el establecer una clara sintonía con los diversos ritmos de lo simbólico, los de sus memorias y los de sus cambios, aprovechando su aceptación social para otorgar legitimidad cultural a propuestas innovadoras en los diversos ámbitos y prácticas de creación.
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