Visitantes dominicanos Colectivo Irazú, en Costa Rica |
El aterrizaje fue impactante, algunos pasajeros creyeron que
el avión de Cóndor Air, procedente de Santo Domingo, y un poquito más lejos, desde Frankfurt, había tenido alguna anomalía, por el toque brusco que
tomó por sorpresa a quienes esperaban posar en tierra como en Alfombra de
Aladino.
Jóvenes soñadores, estudiantes universitarios adscritos al
Colectivo Irazú, llegando a un destino de turismo ecológico, donde los feroces
volcanes son centros de visitación de millones de personas de todo el mundo.
Amaneciendo estábamos en San José. Dos viejitos posaban como espantapájaros a la
entrada del hotel. Las pisadas hicieron
sonar el piso de madera, y de una vez el ambiente matizado por esculturas,
piezas antiguas como un fonógrafo, las caras talladas de indígenas y los
lienzos pictóricos hacían presencia por todos lados.
Don Carlos podía ser el nombre de un fantasma, o tal vez del
fundador del hotel. Cierto o no, hay leyendas
de un gringo que toca las puertas de las habitaciones, que se asienta en las
camas de los turistas y hasta acompaña a las mujeres en el baño.
Cuatro días de dormir y no dormir en el hotel. Las mujeres estaban atentas a las pisadas de
los sobre techos y las escaleras, había una que aseguraba haber visto unos pies
cuando estaba en el baño y otra que vio una sombra moverse en el patio.
Cuánto reír y sufrir aquellos comentarios e historias relatados
por el grupo de estudiantes, algunas con un pavor que hasta a quien las contaba
erizaba los pelos.
El penúltimo día de la excursión, fuimos al volcán Irazú, a
pisar las cenizas del gigante de Cartago, a tratar de descubrir su lava verde,
a desafiar el clima de sol activo y nubes de frío. Pero en el camino nos interrumpió el
Sanatorio Durán, lugar de leyendas fantasmales, de vibraciones y apariciones reputadas
en medios informativos, documentales y videoclips.
Museo Sanatorio Durán |
Las fotografías dominaron el ambiente, alguien dijo que a
través de fotografías se habían descubierto espectros de monjas y curas, y
hasta de niños que en algún momento estuvieron confinados en el sanatorio para
tuberculosos. Debieron ser días
difíciles para aquellos pacientes que por ser víctimas de una contagiosa y
mortal enfermedad, eran llevados por la fuerza a aquella mazmorra.
Cada uno con su testimonio.
Quien suscribe, sintió que se removía el piso desde donde hacía las
fotos. Posteriormente el celular vibró y era insólito, porque no había señal
que pudiera justificar tal vibración.
Solo un testimonio para rimar con los mitos y leyendas del lugar.
Volcán Irazú. |
Seguimos en ruta al Irazú con los abrigos empuñados, nada
era más importante para el grupo, que concluir la gira en el imponente volcán. Al llegar al parque natural, una cabina con
un empleado que fiscalizaba las entradas.
Nos bajamos de la buseta para hacernos la foto oficial del grupo, con
las inscripciones que daban la bienvenida al volcán.
La neblina nos sobrecogía, el frío acompañaba a un sol que
disimulaba su presencia. Una lluvia
ligera espantó a los jóvenes que tras la efímera sesión de fotografías corrieron
hacia el vehículo para continuar la marcha.
En minutos ya estábamos a los hombros del Irazú a 3,432
metros sobre el mar. Sus gargantas
estaban secas, el fenómeno del Niño ha espantado las lluvias en Centroamérica,
y del volcán solo dan testimonio las cenizas.
Un ambiente blancuzco, una temperatura de ocho grados Celsius, un sol
que parte pieles y que disimula no estar ahí en la niebla.
Las cámaras plasmando la magia del ambiente, los jóvenes
exponiéndose en las más variadas poses, las brumas, las cenizas, el frío, el
calor, las gargantas secas del Irazú, nos hicieron olvidar por un momento las
historias de fantasmas y el miedo a las alturas.
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