Tony Rodríguez
Jarabacoa.- Cuando un pueblo logra desarrollar una
agenda, que lo ocupa, que lo hace único, que lo caracteriza en el mundo, ha
nacido una cultura. Esta comunidad empinada
en lo alto de la Cordillera Central, esparcida entre ríos, pinos y flores, ha
logrado tal objetivo.
Hemos visto un festival
con altura, color y ritmo, es el Festival de las Flores, su cuarta versión. Un
desfile de diosas coloridas y espinosas, arcángeles a caballo, en carros y
carrosas decoradas.
Una llamativa expresión
musical compuesta de niños y adultos, provenientes de distintos pueblos de la
provincia La Vega, donde es común la formación artística, especialmente, en
música.
Al ritmo de las bandas
musicales y sus clásicos de trompeta, saxo y redoblante, la caballada y los
vaqueros, donde no faltó una ranchera mexicana, los aplausos y flashes a las
reinas rosadas, el pueblo a los lados del desfile, el funcionariado presente,
Jarabacoa expresando en vivo su cultura.
Así pasa el tiempo en
esta comunidad, tocada por la poesía, por la expresión de la naturaleza, por
una extraña cultura casi global.
Aquí vive gente de todas
partes, se hablan idiomas y acentos atípicos de la isla, pero comprensibles toda
vez que inversionistas y turistas han colmado los espacios del municipio.
Hay cabañas por todos lados, una dinámica de actividades de aventura, un espíritu festivo todo el año y por vocación, tierra y pueblo mantienen una expresión productiva basada en productos que surten la canasta dominicana y alcanzan para la exportación.
Desde y hacia cualquier
camino vecinal del municipio, grupos de aventureros con sus instrumentos al
lomo, para vencer alturas y bajar el río, a cualquier precio.
Uno que otro camión repleto
de legumbres y frutos diversos que marcan la producción de estas montañas. Cabañas, pinares, saltos, confluencias, agua
viva con sabor manantial es en esencia Jarabacoa, el cuarto polo turístico de
República Dominicana.
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